Hasta el 26 de mayo, la timba de póker entre ERC y Junts todavía puede dar muchas sorpresas y no es descartable que, in extremis, logren salvar la situación para evitar nuevas elecciones. Pero también es verdad que la confianza entre ambas fuerzas está muy deteriorada, casi rota, y que las bases para un nuevo Govern conjunto serían hoy más precarias que en tiempos de Quim Torra, con lo que la inestabilidad volvería a presidir la legislatura. Como alternativa, ERC se propone gobernar en solitario, como mínimo en una primera etapa, y exige a Junts que facilite la investidura de Pere Aragonès, así como que la CUP y En Comú también la apoyen. Para el partido de Carles Puigdemont esa opción carece de sentido, por lo que no le va a ceder sus votos, aunque Jordi Sànchez dio a entender al principio que sí lo haría. Cuesta entender por qué Junts lleva semanas resistiéndose a cerrar un acuerdo con ERC, a lo que sin duda no son ajenas las diferentes visiones e intereses que conviven dentro del puigdemontismo, pero su negativa ahora a entregar todo el poder a sus rivales soberanistas es de una lógica aplastante.
Govern
El pagafantismo de los 'comuns'
Desde que acabó la campaña, el partido de Jéssica Albiach se ha puesto al servicio de los intereses ERC
Jéssica Albiach, líder de En Comú Podem, en el Parlament de Catalunya.
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