Es el momento del optimismo, de hablar de la luz al final del túnel, de celebrar cómo suben los vacunados y bajan las víctimas, de empezar a pensar en todo lo que hemos dejado de hacer y pronto recuperaremos. Es el momento del optimismo, y esto es un peligro. Porque la pandemia no se ha acabado, ni mucho menos: todos estos progresos que estamos haciendo penden de un hilo. Miremos el ejemplo reciente de Chile, un país que, con más del 40% de la población inmunizada y creyendo que ya se habían salido, sufrió un pico intenso del cual se recuperan justo ahora. Los expertos creen que fue culpa de una relajación demasiado rápida, sobre todo relacionada con la apertura de los viajes internos durante el grueso de la temporada de verano, de diciembre a febrero.
Los riesgos de la desescalada
Optimismo
Todos los progresos que estamos haciendo penden de un hilo. Se ha cancelado el estado de alarma porque políticamente tocaba, no porque estemos seguros de que ya no será necesario
Ambiente festivo tras el final del toque de queda, en Barcelona. /
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