En mi pequeño despacho de casa hablo a la pantalla del ordenador. No veo ninguna cara, pero aparecen los nombres de unos treinta estudiantes aparentemente conectados. Pregunto a la pantalla si se ha entendido un ejemplo que acabo de explicar. Silencio. Continúo hablando un rato más. Vuelvo a preguntar si necesitan alguna aclaración. Silencio de nuevo. Acaba la clase y me despido. Algunos estudiantes se despiden, también, por el chat. Y, con gusto agridulce, pienso que ya veré el resultado en las encuestas finales. Entro en la habitación del lado de mi despacho y encuentro a mi hijo tumbado en la cama, jugando con el móvil. Desde su ordenador se escuchan las explicaciones de su profesora de inglés. Le pregunto: ¿no tienes clase? y me contesta: sí, la escucho desde aquí. Ahora la sensación ya solamente es agria.
Clases online
Universidad sin chispas
Instituciones presenciales, como la universidad, se harán un favor si no descuidan las relaciones humanas de calidad
Universitarios de la facultad de Ciències Econòmiques i Empresarials de la UB
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