La nueva política llegó para jubilar a la vieja. El ímpetu de su juventud venía a desplazar al cansancio de la tradición y su aire fresco al ambiente contaminado. Ha durado siete años. Los que han transcurrido desde el ascenso a la caída de sus referentes, personalizados en los líderes de las formaciones entonces emergentes en España: Ciudadanos y Podemos. Y si bien el primero se encarnaba en la revisión de las fórmulas surgidas de la transición, predicadas por un apuesto catalán que se había desnudado para acceder al Parlament, el segundo venía para destruirlas y organizar la nueva sociedad, empujado por un movimiento cívico que había acampado en las principales plazas coreando eslóganes de impaciencia. Tampoco fue. La resistencia histórica, tanto de la derecha como de la izquierda convencionales, ha demostrado que aquel cúmulo de flaquezas sobre el que se entonaban salmos mortuorios tenía una frágil salud de hierro. Y así, al adiós precipitado por la rémora electoral de Albert Rivera, un año y medio después se ha sumado quien le trataba de tú a tú, desde la complicidad que facilita compartir generación y a pesar de la distancia que producen ideologías antagónicas.
Conocidos y saludados
Pablo Iglesias se despide de ustedes
El líder de Podemos ha dicho basta. Aunque los resultados de su formación en la Comunidad de Madrid mejoraron los anteriores, su convulsión pública ya era muy superior a su tranquilidad privada
Pablo Iglesias, el día del cierre de la campaña madrileña.
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