Pros y contras

"Perdóname, mamá: no te puedo enterrar"

La aflicción no se acaba en una tumba o en una urna, pero al menos existe el consuelo de un adiós digno

Dos operarios una funeraria preparan el entierro de un fallecido por covid. / Ferran Nadeu

Unas de las imágenes más pavorosas de la pandemia nos llegaron de Italia, de Bérgamo: aquella hilera de camiones militares cargados de féretros que transportaban los cadáveres, procesión mortuoria, hacia un destino desconocido, una tierra donde sepultar a los muertos que no cabían en la ciudad. También nos llegaron, poco después, los ataúdes como cajas de mudanzas, de cartón, en un tanatorio de Queens. La pandemia nos ha provocado muchas heridas, pero quizás ninguna tan dolorosa como la frialdad de la muerte sin duelo, amorfa como aquellas cajas, escondida en unos camiones.