A las cinco bajan la persiana, las mesas se vacían y las consumiciones ordenadas desaparecen de las aceras. Pero la vida no se esfuma, al contrario. Grupos de jóvenes y no tan jóvenes se arremolinan en las plazas, alrededor de los bancos, en las escalinatas de algún edificio o en cualquier espacio que lo permita. Para hacer aún más contradictoria -y lacerante- la escena, muchos de ellos llevan en sus manos una lata de bebida, un vaso de plástico o algún bocado comprado en un ‘take away’. La distancia social no está ni se le espera. El buen tiempo invita a reunirse y los datos pandémicos confirman el efecto positivo de las vacunas.
Pros y contras
La herida
No es solo la economía la que demanda la apertura de las terrazas. Es también una necesidad mental de ir recuperando espacios
Botellon en los Jardines de las Tres Chimeneas. /
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