Acostumbrados a las grandes retransmisiones de las victorias futbolísticas, se esperaba que la presentación de la Superliga se acompañara de cañones de confeti, juegos de luces, vídeos de las mejores jugadas, imágenes de estadios pletóricos a vista de dron. Público enfervorizado extendiendo bufandas con sus colores vitales cuya euforia se fundiera con los acordes de una banda sonora de envergadura. Música épica que sincronizara su ritmo a la expectación del momento provocando una emoción creciente propia de hitos históricos. Y todo en torno a una gran pantalla reflejando los rostros ufanos de 12 hombres sin piedad, osados, retadores, pletóricos, ricos y valientes que en breves intervenciones anunciaran coordinadamente la buena nueva: el nacimiento de la estrella que salvará al futbol, le guiará hacia una nueva dimensión, anulará sus deudas, creará el mayor espectáculo sobre césped nunca visto y llevará felicidad al mundo entero. De repente, una serie de primeros planos de otros tantos balones lanzados por pies intuidos acompasarían su elipsis ralentizada con un ascenso de la cámara hasta hacer coincidir cada cara radiante de los multimillonarios lanzadores con el impacto de los esféricos contra las redes.
Conocidos y saludados
Nocturnidad y alevosía
Si hay una hora boba es la medianoche del domingo, un tiempo de descuento en el que lo que empieza difícilmente puede acabar bien
Florentino Pérez, en una rueda de prensa. /
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