Hay escritores que no soportan el contacto con los lectores y hay quienes lo esperan como agua de mayo. Los hay que mitifican el trabajo oscuro y pausado en una habitación propia y quienes aprovechan días como el de Sant Jordi para salir a la calle y convertirse en ídolos de las masas. Algunos viven con incomodidad la ceremonia y otros estarían dispuestos a matar a su abuela para entrar en la feria de las vanidades. No son mejores escritores los enclaustrados, ni más puros, ni tampoco son mejores los que se exhiben o los que, simplemente, se portan bien y atienden las indicaciones de sus editores para promocionarse.
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Isabel Allende firma libros en la librería Abacus de Enric Granados vía internet y brazo robotizado. /
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