Vaya por delante, no estoy en contra de la entrevista de Jordi Évole a Miguel Bosé. Puedo entender las críticas pero, lejos de dar pábulo al negacionismo, sirvió para desnudar la total endeblez del desvarío. Era tal la irracionalidad, que mi atención empezó a desviarse del entrevistado al entrevistador. Desconozco el grado de amistad que une a Évole y Bosé, pero la incomodidad del periodista era evidente. Esas sonrisas un tanto forzadas, ese tomar aire antes de algunas preguntas, como si requiriera un poco de aliento para afrontar la respuesta. La complicidad se tambaleaba a cada minuto.
Pros y contras
Amarre
Évole y Bosé, durante la entrevista. /
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