No, no odian a Colau porque deje Twitter. Odian a Colau si hace un cosa y si hace la contraria. El odio va mucho más allá de una legítima y sana rivalidad política. Porque por supuesto Colau se equivoca, Colau es a veces incoherente, Colau tiene serios problemas para llevar sus ideas a la práctica y a Colau, solo faltaría, hay que fiscalizarla, apretarla, interrogarla, como a cualquier cargo público. Pero esa no es la cuestión: el odio que suscita a la vez en la Barcelona pija, la Catalunya ‘indepe’ y la España cutre la convierten en un peculiar y único foco de beligerancia. A Colau la odian porque su apuesta por la nueva movilidad, celebrada en medios internacionales, ha resultado ser un éxito para los ciudadanos que quieren menos coches y respirar mejor y un fracaso para los que, desde la zona alta, pronosticaban un apocalipsis que no ha llegado. La odian porque saben que su defensa de la bicicleta no tiene vuelta atrás y porque no se ha plegado al lobby de los coches. La odian porque mientras nos bombardean con artículos diciendo que el urbanismo táctico es un desastre, los ciudadanos invaden con entusiasmo el nuevo espacio pintado de la calle Pelai. La odian porque en plena pandemia reaccionó rápidamente y los neoliberales que deberían haberle aplaudido la cesión de espacio público para que bares y restaurantes tuvieran más terrazas para salvar sus negocios prefirieron entonces hacerse los ofendidos con la presunta fealdad de no se sabe qué pilón amarillo.
Beligerancia
Por qué odian a Colau
Odian a Colau si hace una cosa y si hace la contraria. No se dan cuenta de que, odiándola hasta el ridículo, la fortalecen y le entregan un pasaporte para gobernar otra legislatura
Toma de posesión de Ada Colau. /
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