El único futuro para los que, como Cuevillas, se apartan del camino del lacismo, es la purga, no en sentido intestinal sino político. Los cargos de JuntsxPurgar o como se llame, viven permanentemente con el miedo en el cuerpo. Igual que los miembros del politburó en tiempos de Stalin, cuando un lacista es llamado a Waterloo, nunca sabe si es para recibir una caricia en el lomo y compartir unos mejillones con el padrecito, o para ser mandado a un gulag, que sabido es que para un lacista no hay peor gulag que perder el cargo y tener que buscar trabajo. Dependerá únicamente de con qué humor se haya levantado el Vivales o Zar Amarillo.
Las purgas
El padrecito de Waterloo
Ser eternamente improductivo demanda esfuerzos ímprobos, aunque el premio lo vale: uno se convierte en víctima, que es la máxima condecoración catalana
Carles Puigdemont, en 2019. /
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