Investidura fracasada

Hacia la segunda vuelta

La repetición electoral en Catalunya ha dejado de ser un anatema para convertirse en una alternativa plausible

Pere Aragonès, líder de ERC, en el Parlament de Catalunya / Josep Lago / AFP

El concepto de segunda vuelta hace referencia a la segunda votación que se produce en algunos regímenes políticos con sistemas electorales mayoritarios que exigen para la elección de representantes o gobernantes la obtención de la mayoría absoluta de los votos. Esta modalidad de voto empuja a partidos y a electores a adoptar un comportamiento estratégico. En la segunda vuelta los partidos se ven impelidos a cooperar entre ellos para garantizarse apoyos mientras que los ciudadanos han de decidir su voto entre un número más reducido de opciones, por lo que la posibilidad de que el elector pueda votar a favor de su primera preferencia política no siempre existe, en cuyo caso, el voto se acaba decidiendo en función de la opción que considera menos mala. Así cuando no todos los electores pueden votar en clave de identidad partidista positiva que es la que lleva a votar a favor del partido por el que se siente mayor proximidad, se puede votar en clave de identidad partidista negativa, es decir en contra del partido más lejano y al que se nunca se votaría. Este tipo de comportamiento electoral, sin embargo, no solo se da sistemas con segundas vueltas sino que ya se detectó finales de los años noventa en algunos países del antiguo bloque comunista y más recientemente en  las democracias consolidadas donde las lealtades partidistas han ido en descenso. Se ha comprobado, además, que este incremento de la identificación negativa suele ir asociado a altos niveles de insatisfacción con la democracia salvo cuando el partido que más rechazo genera permanece fuera del poder.