No es un debate fácil y entiendo todas las posturas que se han expresado en contra. Actuar para inducir la muerte no es un asunto que se pueda despachar con frivolidad, porque implica una decisión terrible, sin fisuras y sin frenos posibles. Una decisión suprema, que afecta al individuo y a su entorno. Recuerdo 'La última noche', de James Salter, el retrato de una eutanasia (fallida, en la ficción) que, bajo la apariencia de humor negro, describe los momentos previos, consentidos y pavorosos. Es angustiosa la calma con la que se dibuja la cena de antes, la preparación, la última despedida. Tal vez es el episodio más aterrador de la buena muerte: saber que llegará en un momento concreto, vivir los instantes anteriores, establecer un ritual, conocer la fecha de caducidad, compartirla.
Pros y contras
Querer acabar
La buena muerte no deja de ser una escena dolorosa, no deseada, sino necesaria.
Una paciente en un hospital. /
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