El ajedrez, el juego más reflexivo de cuantos se han inventado, requiere estrujarse el magín en el cálculo de posibilidades y riesgos sobre el tablero, donde un movimiento a tontas y a locas puede colocar el cuello del incauto en el cepo de la guillotina: zas, jaque mate y cabeza al cesto. Pensar bien requiere tiempo y concentración; que se lo pregunten a Anatoli Kárpov y Garri Kaspárov. Debía de oler a neurona al pilpil en la Casa de los Sindicatos de Moscú, donde se enfrentaron en el duelo más largo y electrizante de la historia, el Campeonato Mundial que arrancó el 10 de septiembre de 1984, con el aliciente, además, de que si el primero representaba al oficialismo soviético, la juventud y el arrojo del segundo lo llevaron a simbolizar los aires renovadores de la 'perestroika'. Vladimir Nabokov, otro ruso enamorado del juego, definió así el damero en 'Habla, memoria': «Un campo magnético, un sistema de marcas y abismos, un firmamento estrellado».
Movimientos en el tablero político
Gambito de dama
El ajedrez y el tacticismo político son apasionantes como espectáculo cuando no te juegas nada
Las gentes que representan al ciudadano están a lo suyo, a lo único que les importa: la poltrona
Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, en un centro comercial. /
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