Prácticamente todo lo que hacemos en la vida responde a dos necesidades fundamentales: una es ser y la otra sentirnos parte. Somos – y no solo existimos - en la medida que sabemos qué nos define, qué nos hace personas únicas e irrepetibles aquí y ahora. Existir en solitario carece de sentido, porque desde que empezamos a respirar necesitamos el sentido de pertenencia. Por eso construimos tribus, familias, comunidades donde se nos reconoce, acepta y protege. Así era miles de años atrás y lo sigue siendo hoy, por mucho que la forma haya cambiado. Es precisamente alrededor del contrato social, compartido y aceptado que construimos la confianza y cohesionamos nuestra vida común. La esencia persiste, hasta tal punto que compartir el mamut recién cazado o sumarse al reto viral de la semana tienen mucho en común. Lo que cambia con el tiempo es el relato y los principios que nos unen.
Generación frustrada
Despotismo generacional y 'youngwashing'
Hay que lograr que los jóvenes sean parte activa de la conversación y de las decisiones, pero no invitarles de forma anecdótica
Manifestantes en las protestas por Pablo Hasél en Barcelona. /
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