Torres muy altas cayeron en otras coordenadas temporales y espaciales por problemas con el fisco. El poder del dinero es prosaico, el de la pérdida es poético. Cuando el poderoso cae, ya no hay modo de restituir su imagen. Solo queda su sombra, demasiado fácil de pisotear. Sin entrar en la letra pequeña de la historia, Juan Carlos I se ganó el respeto al apostar por la democracia frente a los golpistas del 23-F. Pero hace tiempo ya que consumió todo el rédito obtenido. Aunque su hijo fuera el más recto y capaz de los monarcas, mantener una institución simbólica cuando el respeto a ese símbolo está agotado es una tarea ímproba.
Pros y contras
Transparencia
El rey Juan Carlos, en una imagen de archivo. /
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