La cultura es contagiosa. Por suerte. He visto a gente infectarse del virus del teatro y acarrear una enfermedad incurable de por vida. Sé de quien ha agotado su saldo telefónico en muy pocas horas con el solo propósito de recomendar El infinito en un junco, expandiendo el virus de la lectura hasta tal punto que ha hecho imposible, por inabarcable, cualquier rastreo. Yo mismo me he pasado una mañana entera canturreando el estribillo de una canción que me infectó a primera hora del día, entre la ducha y el desayuno. Tengo un amigo al que le sube la temperatura por encima de treinta y ocho cada vez que escucha a Joni Mitchell. Y otro al que le cuesta respirar, que se queda, literalmente, sin aire, cuando se enfrenta al retrato de Inocencio X en versión de Francis Bacon.
Cultura
Alto riesgo de contagio
Palabras, imágenes, ideas y sonidos viajan por el aire –gotículas o aerosoles– de manera incontrolable
El Liceu retoma las funciones de La traviata el lunes tras la modificación del Procicat Gran Teatre del Liceu de Barcelona /
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