Editorial

Elogio de la normalidad electoral y el civismo

Ismael Peña-López supo transmitir rigor y profesionalidad para asegurar una jornada electoral sin percances

Bajo los trajes, un presidente y un vocal. / Ricard Cugat

Una de las dudas que generaba la celebración de las elecciones al Parlament en plena pandemia era la viabilidad del propio proceso electoral. Es decir, la hipótesis de que, a causa de la situación sanitaria, se diera el caso de que una cantidad determinada de colegios se quedaran sin abrir, una circunstancia que, evidentemente, habría alterado el normal funcionamiento democrático. La proliferación de alegaciones para no asistir a las mesas y el gran despliegue de medios necesarios para asegurar la mayor protección posible convertían el dispositivo del 14-F en un reto mayúsculo, con más de 100.000 personas implicadas en una operación que significaba no solo cambios en los espacios de votación, sino también una amplia logística en los mismos, con un plus de seguridad e información. 

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Al frente de la Direcció General de Participació Ciutadana i Processos Electorals, Ismael Peña-López supo transmitir, en los días anteriores, rigor y profesionalidad para asegurar una jornada electoral sin percances. A las 11 de la mañana, solo 22 mesas electorales quedaban por constituir, y poco después el 100% ya estaba en orden, gracias también al esfuerzo de los ayuntamientos y de los equipos sanitarios y de las fuerzas de seguridad. Lo que pasa habitualmente desapercibido en una jornada electoral -la normalidad del dispositivo técnico-, esta vez estaba en el punto de mira de todos. El éxito de la operación no merece sino el aplauso sincero y el reconocimiento a una labor ejecutada con precisión.