Violencia machista

Las mujeres no son libres

Mucha modernidad y mucha democracia, pero en 2021 una mujer no puede viajar sola sin poner en riesgo su integridad física

Montse Esteve en una escena de ’Encara hi ha algún al bosc’. / Oriol Casanovas

En pleno siglo XXI, una mujer joven no está segura si anda sola (peor si es de noche) por cualquier calle de Barcelona, Madrid, París, Nueva York, Calcuta o Buenos Aires. El grado de peligro varía según el sitio, pero el hecho es el mismo. Un día, tarde o temprano, será asaltada, puede que verbalmente, es probable que físicamente. Da igual si es un piropo, un susto, un tocamiento, una violación: su cuerpo será en sí mismo un peligro para ella durante muchos años. Como si estuviera en una especie de patética sabana posmoderna, una chica sabe que deberá sortear, a lo largo de su existencia, múltiples depredadores que desearán someterla psicológica o físicamente. El acoso vale también para jóvenes homosexuales y por supuesto, para los transexuales, el último eslabón de los agredidos, tan bien descrito en la espeluznante y preciosa novela ‘Las malas’, de Camila Sosa Villada.

Lo escabroso de esta vulnerabilidad sexual planetaria ya no es el terrible y condicionante terror a priori que sufre la víctima antes de cualquier agresión, en el mero hecho de saber que esta es inevitable, sino la falta de justicia y la estigmatización posterior al momento del asalto. En el TNC se puede ver ‘Encara hi ha algú al bosc’, una impresionante recreación de las silenciadas violaciones de mujeres durante la guerra de Yugoslavia que sucedían, como nos recuerda un gran montaje, en el mismo momento que aquí celebrábamos la primera Champions del Barça y los JJOO del 92.

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Lo escalofriante es que el olvido en el que cayeron aquellas pobres víctimas de la guerra de los Balcanes es más o menos el mismo que sufren hoy, varias décadas después, las agredidas en la India, España o Estados Unidos. El espantoso y atroz resumen es que las mujeres no son libres. Si hoy, por ejemplo, una chica decide viajar sola sabe perfectamente que debe hacerlo arriesgando su integridad física. Mucha tecnología, mucha modernidad y mucha pretendida democracia, pero en 2021 (¡en 2021!) no hemos podido garantizar ni siquiera algo tan elemental. Debería caernos la cara de vergüenza.