Cultura en tiempos de pandemia

El fulgor de una bengala

Un libro, un cuadro, el movimiento de los bailarines, la voz de los actores y actrices, el sonido de chelos, fagots y violines equivalen hoy a recibir una carta manuscrita en una costa desierta

Los actores, Miguel Rellán y Secun de la Rosa, en el pase gráfico de la obra de teatro ’Los asquerosos’. / José Luis Roca

La semana anterior fui tres veces al teatro. Vi la divertida adaptación de la novela de Santiago Lorenzo ‘Los asquerosos’, con Secun de la Rosa y Miguel Rellán; asistí en el Teatro Real de Madrid al estreno del excelente espectáculo de danza de la compañía joven IT del Institut del Teatre; y el domingo rematé viendo al Ballet Nacional de España. Su nuevo director, Rubén Olmo, nos ofreció un programa de los que escasean: más de 30 personas sobre el escenario, incluidos músicos en vivo; fastuosos cambios de vestuario; coreografías clásicas y actuales perfectas. En suma, dos horas de emoción y disfrute. Salí fortificada. El flamenco, pese a ser nuestro género musical más fértil y conocido, por alguna razón no está muy presente en los medios y hay que salir a buscarlo. Y sin embargo, cuando pongo la radio y por azar suena, se me adhiere a la piel, como si esos ritmos y esas voces me apelaran directamente. Por cierto, en febrero el Ballet Nacional de España estará en Terrasa. El que pueda asistir, no se lo pierda. Participar en los rituales ancestrales que son el teatro de palabra, la música y la danza es vigorizante para el ánimo, estimula la mente y apacigua el corazón. Y más en esta pandemia que nos aísla.