A pie de calle

Ganas de primavera

En los barrios obreros y densamente poblados no tenemos ni pisos ni barrios pensados para estar todo el día dentro

Patio del Instituto Bellvitge, en L’Hospitalet de Llobregat. / FERRAN NADEU

Si algo hemos redescubierto durante los confinamientos en los barrios obreros y densamente poblados es que no tenemos ni pisos ni barrios pensados para estar todo el día dentro. Fueron y son barrios dormitorio. Solo aptos para dormir y trabajar. Sobre todo en invierno. Por eso los fines de semana, en cuanto sale el sol, hay estampida y mucha gente de L’Hospitalet nos encontramos en la carretera de les Aigües o en el paseo del río de Cornellà. Muchas ganas de primavera y de sentir la tierra bajo nuestros pies, la que tendríamos de no haberla malvendido: hubo un tiempo en que L’Hospitalet se estiraba desde el mar hasta la montaña, desde Zona Franca hasta Finestrelles, pero perdimos el 40% de nuestro territorio, y acabamos encerrados y trinchados entre las carreteras y las vías de entrada y salida a Barcelona.

Ahora que no podemos salir nos fijamos más en los parterres abandonados, en la falta de árboles o en su poco mantenimiento cuando arrecia el viento. Y notamos como nunca la falta de zonas verdes: en Sant Cugat y Girona tienen más de 25 metros cuadrados de zona verde por persona, pero en L’Hospitalet tenemos cinco. La OMS recomienda de 10 a 15 metros cuadrados mínimo, y apunta a una relación directa entre mayor cantidad de zonas verdes y mejores indicadores de salud. La presión de Barcelona por crecer y el poco interés de nuestro ayuntamiento por poner límites a las constructoras impacta directamente sobre nuestra calidad de vida: ahora en Bellvitge nos prometen un gran parque, pero solo a condición de ponerlo al lado de 20 nuevos rascacielos bien comunicados. Nos ahogamos en cemento. ¿Cómo educar en el cambio climático a niños y niñas sin contacto con la naturaleza? Pocas Gretas van a salir de estos barrios. Pocos estudiantes de ciencias ambientales. Poca gente con herramientas para enfrentar un futuro insostenible.

No son ganas caprichosas de primavera. Es necesidad vital. De aire y espacio. De días y temperaturas amables. Para no pasar ni mucho frío ni mucho calor. Para poder pagar las facturas de la luz.