Empezamos una nueva campaña electoral en un clima social denso y cargado. El malestar, la irritación y la preocupación de la sociedad planean en el ambiente. Se trata, obviamente del covid y sus impactos sanitarios, económicos y sociales, pero también de algo más. Catalunya continúa empantanada aún en las graves consecuencias de la crisis del otoño de 2017, haciendo prácticamente imposible el buen gobierno. El riesgo de tener emprendido el camino de la decadencia se palpa y un cierto pesimismo colectivo lo contamina todo. El desbarajuste de estas últimas semanas, con la convocatoria electoral forzada por el TSJC, nos ha recordado que aún lo podemos empeorar. Y a corto plazo no podemos esperar muchos cambios espectaculares. Sea cual sea el resultado de las elecciones, la gobernabilidad del país seguirá siendo difícil; el covid y sus impactos aún durarán y la fragmentación parlamentaria, la polarización y las consecuencias de la judicialización del conflicto político, con presos y causas judiciales en marcha, se mantendrán. La verdad es que tenemos que ser modestos en nuestras expectativas a partir del 14 de febrero. Ahora bien, en este escenario ciertamente escéptico es razonable que aspiremos al menos a algunas cosas de los que serán nuestros representantes.
Elecciones catalanas
Cosas a las que aspiramos en estas elecciones
Debemos ser modestos en nuestras expectativas a partir del 14 de febrero, pero es razonable que esperemos al menos algunas cosas de los que serán nuestros representantes
Candidatos a las elecciones autonómicas de Catalunya.
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