No es que Pablo Iglesias sea infalible, pero generalmente en sus declaraciones, casi siempre bien preparadas, dice lo que quiere decir. Incluso cuando transmite la impresión de ser excesivamente provocador o demasiado áspero con sus socios socialistas del Gobierno. No obstante, la constatación de que también se equivoca se produjo el pasado domingo en 'Salvados', cuando comparó a Carles Puigdemont con los exiliados del franquismo, en lo que vino a ser, como poco, un “equivoco comunicativo”, como lo definió la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Seguramente el vicepresidente segundo se confió demasiado, porque se creía en una tele amiga, y la entrevista se le fue de las manos, provocando una dolida reacción de sectores de la izquierda, especialmente los más vinculados al exilio republicano y a la memoria histórica.
La tribuna
Iglesias, verso suelto o rima
Más que las afirmaciones de Iglesias sobre Puigdemont y el exilio republicano, lo que preocupa en la Moncloa son las divergencias de fondo sobre las reformas laboral, fiscal y del sistema de pensiones
Pablo Iglesias, en el Congreso. /
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