Si algo puede salir mal, saldrá mal, postula la primera ley de Murphy. En todo caso, tenga o no razón Murphy, lo que podía pasar ha pasado y, de nuevo, nos ha vuelto a coger el toro, con lo que las perspectivas de una fuerte e inmediata recuperación de la economía en 2021 se reducen y difuminan. Ahora, a la espera de que el INE, el Banco de España, el FMI y las autoridades europeas nos indiquen cómo terminó 2020, y qué esperan para 2021, los signos que se acumulan no son positivos: es probable que el cuarto trimestre del pasado año muestre una nueva caída del PIB y que los primeros meses de este recién 2021 sigan ese camino. No es que sorprenda, porque la política seguida desde finales de noviembre ha sido la de paños calientes, tirar la pelota hacia delante y esperar a que escampe. No de otra forma pueden calificarse las restricciones parciales de la actividad y los consejos a la ciudadanía para que se comporte responsablemente. Sus efectos son ya visibles: rampante tercera ola sanitaria y negativos efectos económicos. Era lo que cabía esperar.
La crisis del coronavirus
Cansancio pandémico y doble recesión
No pedir recursos a la UE para poder compensar a los sectores afectados por las restricciones y cifrarlo todo a la buena voluntad ciudadana prolonga una doble agonía: la productiva y la sanitaria
La unidad de pacientes semicríticos de Vall d’Hebron, preparada para atender enfermos de covid. /
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