Una cierta incomodidad recorre las filas del independentismo catalán más aguerrido, aquel que se agrupa bajo el liderazgo de Carles Puigdemont, a la hora de valorar el populismo de Donald Trump. Por mucho que este haya coqueteado con la extrema derecha mientras la mayoría de los independentistas catalanes son, o se consideran, portadores de valores democráticos, ambos coinciden en la idea de un pueblo redentor que acabará con los males de las élites (las de Washington o las de Madrid). De ahí que a muchos catalanes les resulte más fácil criticar la ocupación del Capitolio por las hordas de Qanon que entender por qué cerca de 75 millones de norteamericanos han votado a Trump tras cuatro años de manipulación ‘orweliana’ de la sociedad. Lo primero es más cómodo. Lo segundo lleva a interrogarse sobre los peligros del populismo, sea estadounidense u europeo, de derechas o de izquierda. Sin embargo, es la única manera de aprender algo de la crisis estadounidense que ayude a superar la crisis catalana.
El asalto al Capitolio
La crisis estadounidense, una lección para Catalunya
El populismo que llevó a Trump al poder y el que alimenta el sector más irredento del independentismo comparten rasgos en común
Un momento del asalto al Capitolio.
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