La cuestión principal que resolver para un Gobierno es la elección de su principal enemigo político. De ese cribaje nacen los discursos, e incluso a veces -aunque no siempre- las políticas. El Ejecutivo de coalición PSOE-Podemos ha permitido -con la complicidad de ERC, que ha puesto si no todas, sí muchas facilidades, y la colaboración involuntaria de la Casa Real- que el soberanismo abandone ese papel, que mantuvo en exclusiva durante una década entera, sustituyéndolo por el fantasma de la derecha. Esa es la idea nuclear del primer año de la legislatura Sánchez-Iglesias si el análisis se hace desde Barcelona. Y es de esa realidad que nacen las líneas de activo, pasivo y capital neto en el balance del actual Gobierno español respecto a Catalunya.
Desde Barcelona
Catalunya: activo, pasivo y patrimonio neto
El Ejecutivo de Sánchez-Iglesias es, de momento, una promesa por cumplir en lo que se refiere a uno de los puntos cruciales de su pacto de gobierno, el reconocimiento del conflicto político catalán y la activación de la vía política para resolverlo
Pedro Sánchez recibe a Gabriel Rufián en la Moncloa, el 3 de septiembre de 2020. /
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