Los planes acostumbran a fallar, pero la planificación lo es todo. Aprendí esta máxima cuando, allá por los años 90, me incorporé al consejo de administración de una institución financiera. Una de las funciones de los consejeros es controlar la gestión de la alta dirección para dirigirla a los objetivos aprobados por el consejo. En mis primeras reuniones era muy quisquilloso advirtiendo de que no se cumplían los objetivos. Incómodo, el director general pidió verme.“Antón", me dijo, "los planes no están para ser cumplidos”. Sorprendido, le pregunté: “Y, entonces, ¿para qué están?”. “Para saber por qué nos equivocamos”, me respondió. No debemos confundir los fallos de los planes con la necesidad de la planificación.
La tribuna
Recuperación desde lo pequeño
Mi temor es que los fondos europeos acaben siendo asignados atendiendo más a presiones, intereses e influencias particulares que a una planificación basada en las necesidades y preferencias del conjunto de la sociedad
Un camarero prepara la terraza de un pequeño bar. /
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