A la espera de que algún día se desarrolle un debate público sobre el modelo de defensa que necesita España para hacer frente a las amenazas que afectan a su población y a su territorio, el escaso eco que las cuestiones militares encuentran en los medios de comunicación suele limitarse a dar noticia de alguno de los contingentes desplegados en el exterior, de cuestionables ventas de armas o de las crecientes deficiencias operativas de muchas unidades. Más raras son, afortunadamente, las que se refieren a pronunciamientos políticos de militares, como el de agosto de 2018 (a favor de Franco) o el que ahora inquieta con razón a los 26 millones de españoles que nos hemos visto señalados como candidatos al paredón por unos trasnochados salvapatrias. Y esta rareza deriva, fundamentalmente, del hecho de que la inmensa mayoría de los hombres y mujeres que forman parte de nuestras fuerzas armadas (FAS) entiende sin ningún género de dudas cuál es su papel en la vida nacional: servidores públicos subordinados al poder civil en el marco de la Constitución. Unas FAS que, desde el infausto 23-F, no solo han dejado de ser un poder fáctico sino que, en términos institucionales, han sido ejemplares en su interiorización de las normas propias de una democracia plena.
EL PAPEL DE LOS MILITARES
Trasnochada pataleta de salvapatrias uniformados
El rey debería dejar claro que no hay un problema militar hoy en España y que las FAS no dan cabida a quienes cuestionan el orden constitucional
Desfile de las Fuerzas Armadas en Madrid, el pasado 12 de octubre. /
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