Si todo va según lo previsto y el Govern no aprovecha la pandemia para atrasar las elecciones, una razón, conviene recordar, que no consideró de suficiente peso como para posponer las elecciones del Barça, el 14 de febrero se celebrarán las elecciones en el Parlament de Catalunya, justamente un año después de que el expresidente Quim Torra diera por liquidada la legislatura. Si entonces el gobierno agonizaba por la carencia de liderazgo y de proyecto, por las deslealtades y por la constante competencia interna, una vez destituido Torra el gobierno está muerto. Un muerto que sigue en pie porque no puede evadirse de la gestión de la pandemia y ante la que, superado por las circunstancias, solo ofrece improvisación, descoordinación, ineficiencia e impotencia. Y lo más desalentador es que no hay ningún indicio de que esto pueda cambiar después de las elecciones si el independentismo vuelve a tener mayoría y a formar gobierno. Sin dirección y sin horizonte una vez descartada no solo la vía unilateral sino también la vía lenta a la independencia hay el peligro de que una nueva victoria del independentismo acabe dando lugar a un gobierno zombi que, como los del centro comercial de la película, siga haciendo por inercia las mismas cosas que hacía en vida: mal gobierno, victimismo y zancadillas entre socios.
ELECCIONES EN CATALUNYA
Hay alternativa
El actual Govern de la Generalitat solo ofrece improvisación, descoordinación, ineficiencia e impotencia
Pere Aragonès y Laura Borràs a las puertas del Tribunal Supremo. /
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