Rudy Giuliani no gana para meteduras de pata. El sábado 7, el mismo día en que se proclamó la victoria de Joe Biden en las elecciones, el abogado de Trump anunció una contraofensiva en una rueda de prensa con aires de improvisación a tenor del escenario escogido: entre un sex-shop y un crematorio, frente a un vivero de plantas, a las afueras de Filadelfia. El jueves, otra comparecencia para seguir con la matraca del fraude se coronó con el bochorno del tinte: el calor de los focos le gastó una mala pasada, y enseguida comenzaron a deslizársele quijada abajo unos churretones, entre el color tabaco y el tono moka subido, que, mezclados con el sudor, se enjugaba con un pañuelo blanco. O se trataba de un tinte muy barato, o se lo aplicaron mal o, lo más probable, se untó con rímel las patillas, donde las canas se empecinan en crecer.
El traspaso en EEUU
El tinte de Giuliani
Rudy Giuliani, sudoroso y con la línea del tinte capilar corriendo por su cara, durante la rueda de prensa. /
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