FENÓMENO GASTRONÓMICO

Deliveradamente escaso

Ya hay unos 12 millones de consumidores de comida a domicilio

Colas para recoger comida para llevar.  / MANU MITRU

Una vez más los 'yankees' nos ganan. Para qué usar entrega de comida a domicilio si podemos llamarlo 'delivery'. Ha sido el fenómeno gastronómico del año. A parte de la propia ruina del sector, claro. Y ha llegado para expandirse. En Corea del Sur lo usa el 99% de los menores de 50 años, aquí apenas el 37%. Que te envíen comida a casa ha existido siempre, Telepizza logró un éxito fulminante a finales de los 80. Pero la novedad está siendo la incorporación del segmento alto en este tipo de oferta, habitualmente devota de la 'trashfood' tipo chino, hamburguesas, pizzas o burritos. Desde hace un mes puedes pedir a domicilio comida de estrellas Michelin, que habían abjurado del invento.

Tengamos en cuenta que durante la primera mitad de este año el consumo fuera de casa bajó un 44%, y por tanto había disponible 7.000 millones de euros para gastar en tiendas o para 'delivery' y 'take away'. Ese ahorro y que los sibaritas se estaban quedando sin opciones de alta gastronomía, abrió un hueco que ahora eclosiona. Ya hay unos 12 millones de consumidores de 'delivery', aunque apenas un 7% ejerce una vez a la semana. De momento Glovo encabeza la lista, pero JustEat garantiza un reparto más justo al tener asegurados a los 'riders' (otra americanada para decir repartidor). La App Macarfi, se cuela como la opción más refinada y suculenta. La cuestión es que ya podemos degustar a Disfrutar, Estimar, Dos palillos, Tapas 24, Berasategui, Dani Garcia, Dabiz Muñoz, Dacosta…

La experiencia es deliciosa, aunque hay varios peros: el importe; si se ahorran el local, el servicio, el menaje, ¿por qué precios tan caros? El segundo, las raciones, ¿por qué son tan diminutas? Ratean incluso con el arroz o la patata. Y otra pega es la parafernalia del empaquetado, a veces ingenioso y exclusivo, pero que cuando acabas de comer se te antoja desproporcionado y altamente contaminante.

También llega el teletrabajo para el crítico gastronómico. Me imagino a Pau Arenós, solo, hartándose de manjares sin moverse de casa. ¡Qué triste!