DOS MIRADAS

El alma

Preservar la cultura, el comercio y la hostelería es un modo de proteger la identidad de las ciudades, del país entero

Un restaurante cerrado por el decreto del Govern, en Barcelona. / Ricard Cugat (El Periódico)

Persianas bajadas. Bares, restaurantes, escuelas de baile, teatros, cines, salas de concierto, hoteles, tantos y tantos establecimientos muestran su desesperación. Muchos no volverán a abrir. Ahí quedarán enterradas horas de esfuerzo e ilusión. Los más afortunados podrán soltar lastre a tiempo y, a pesar del desaliento, lograrán reponerse. Pero, ¿y los locales? ¿Qué ocurrirá en esos establecimientos que se están viendo obligados a abandonar?  

En estos días de cuentas en negativo y abandonos forzados, los buitres carroñeros -perdón, los fondos de inversión- sobrevuelan los locales cerrados. Dinero fresco frente a la desesperación. La ley del mercado, dicen los dictados del capital. La pérdida de humanidad, responde el corazón. Preservar la cultura, el comercio y la hostelería es un modo de proteger la identidad de las ciudades, del país entero. No nos enfrentamos a una plaga divina contra la que no se puede luchar, es una parálisis momentánea que puede y debe atenderse. Las ayudas van más allá del soporte personal, son la defensa de un modo de vivir colectivo. En juego, el alma de nuestras calles.