DOS MIRADAS

Mi amigo Dan

Biden ha conseguido una victoria acaso paliativa, pues debemos ser conscientes de la posibilidad de que el tumor no deje de crecer

zentauroepp55797693 biden201108025046 / AFP

Hemos llegado a conocer Nevada y Arizona como no conocemos los hayedos vecinos que ahora están estallando, pero, al fin, después de tantos mapas (aquel señor de la CNN, John King, se ha convertido en amigo de la familia), el largo serial por entregas, esta especie de coito interrumpido, esta parábola contemporánea de la liebre y la tortuga, llega a su fin, a pesar de las rabietas del perdedor, con una victoria balsámica, aunque quizá deberíamos llamarla antibiótica, que puede curar la infección y no solo aliviar el picor. O paliativa, porque hemos de ser conscientes que existe la posibilidad cierta (extendida y universal) de un tumor que no dejará de crecer a pesar de esta dilatada, interminable derrota electoral de Trump.

El triunfo de Biden debe entenderse algo así como una parada y fonda en la que no vencen de manera indiscutible y firme unos valores renovados de fe en la democracia, sino la extensión finisecular de una manera caduca de hacer política, a la espera de un futuro incierto y angustioso. En cualquier caso, Dan, mi amigo californiano, seguidor de Sanders, está contento. Tapándose la nariz, ha hecho campaña por Biden y está agotado. Y contento