Desde hacía unos días, una vecina de un edificio de la calle de Aragó de Barcelona, propiedad de un fondo de inversión, vivía con las maletas en la puerta. En los últimos dos años había conseguido parar reiteradas órdenes de desahucio pero llegó el día en que ni la presión vecinal, ni las negociaciones de última hora frenaron la voracidad del gran tenedor. Ella, junto con otras familias, tuvo que marcharse de su casa de una forma dramática, con un desalojo, en medio de protestas, de gritos y de policía.
El problema de la vivienda
Desahucios, la ola que está llegando
El goteo de los que ya estaban mal y de los que se sumarán a esta crisis será imparable, por eso hay que hacer algo más que moratorias de difícil aplicación
Desahucio en el Eixample, este martes. /
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