Barcelona es una ciudad de más de un millón de persianas (según las últimas estadísticas). Es desapacible verlas cerradas y sé que a vosotros os pasa como a mí cuando paseáis: lo veo en vuestras caras al cruzarnos. Transitamos por una ciudad a la que ha deslumbrado un camión nocturno en mitad de la carretera. Cada persiana corresponde a un bar, un restaurante, una cafetería y a los comercios para turistas que arrastraron en su caída. Son las bocas y los ojos abiertos de soldados muertos en la batalla: en el mundo real no hay belleza en este cuadro, ni heroísmo, sino cara de pasmo y aflojamiento de los esfínteres. Por eso la guerra huele a mierda, que es justo lo que no se nota en las películas de Hollywood.
La Hoguera
La ciudad de las persianas
Vemos el sudario de los carteles de 'se traspasa' e intuimos familias sin ingresos y camareros en paro
Local en la calle de Santa Anna todavía con la persiana bajada a pesar de la desescalada. /
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