Lo anormal

Señores de la ultraderecha, sacerdotes del dolor, machistas de todos los colores, ¿no se sienten un poco más solos?

Banderolas multicolor colocadas por los vecinos en Villanueva de Algaidas (Málaga), donde el Ayuntamiento ha retirado la enseña LGTBI que venía luciendo desde hace tres años por el día del Orgullo.  / CARLOS DÍAZ (EFE)

Durante siglos, la Iglesia condenó al reino de las sombras a quienes no cumplían sus preceptos castradores del amor. Si sus tentáculos llegaban al poder, la homosexualidad se convertía en una condena penal. Son muchos los que en este país aún recuerdan el miedo pegado a su piel. Cárcel, palizas, ‘terapias’ de descargas eléctricas, incluso lobotomías era la realidad de hace tan solo 50 años. Pero el estigma no desaparece con un cambio legal. La herencia de lo ‘anormal’ permanece. No solo en la memoria, también en algunos púlpitos. El Viernes Santo del 2012, TVE transmitió la homilía del obispo de Alcalà de Henares. Reig Plà aprovechó los focos para equiparar homosexualidad con prostitución.

“Las personas homosexuales tienen derecho a tener una familia”, ha afirmado ahora el papa Francisco. Sus palabras marcan un momento histórico. Siglos de moral castradora se derrumban ante su bendición: “Nadie debería ser marginado o infeliz por esto”. Señores de la ultraderecha, sacerdotes del dolor, machistas de todos los colores, ¿no se sienten un poco más solos? ¿Perciben el peso de la anormalidad sobre sus hombros?