Vecina de Gràcia

La fatiga en el barrio

Incluso quienes más obedientemente siguen las recomendaciones públicas empiezan a acusar un cansancio

Tiendas cerradas en el centro de Gràcia, Barcelona, en marzo. / ELISENDA PONS

Pleno otoño y el virus no desaparece. Sigue muy presente en nuestras vidas afectando cada pequeño gesto. Al desconcierto inicial le siguió una obediencia cívica muy activa, como respuesta a las apabullantes cifras de personas que fallecían. Llegó después el verano y las ciudades se vaciaron en una mezcla de suspiro y melancolía. Repartidos por todo el territorio como un gran tablero con distancias de seguridad, las poblaciones pequeñas se sorprendían de las aglomeraciones y en las grandes, en los barrios y zonas que otros años habrían sido inundadas de turistas de veraneo, se quejaban de lo contrario, de la falta de visitantes. Así, sin darnos cuenta, llegó septiembre y con él, la vuelta al colegio. ¿Y ahora qué?