Hace un par de años me planteé seriamente dar un giro a mi vida profesional. Tras cuatro décadas de ejercer el periodismo, de disfrutarlo y sufrirlo, pensé que tocaba un cambio. No por fatiga ni por hartazgo -me lo paso muy bien en la radio, y creo que se nota- sino por el convencimiento de que no es bueno eternizarse; de que hay que dar el relevo. Y así lo expuse a mis actuales jefes, con alguno de los cuales, por cierto, me une una buena amistad. No debo tener grandes dotes de persuasión porque entré proponiendo un cambio y salí con un compromiso para varias temporadas más al frente de 'La Ventana'. Doy mi palabra -si aún vale esa garantía- de que no era una táctica para mejorar condiciones ni obtener halagos. Los que me conocen ya saben que los tiros no van por ahí; pero esos mismos me han oído hace tiempo lamentar el efecto tapón que ejercemos sobre los que vienen detrás.
Al contrataque
"Me llamo Carles y soy un tapón"
Dos jóvenes pasan ante una oficina de empleo en Madrid, el pasado 5 de mayo.
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