Dos miradas

Alarma roja

Lugares y horas prohibidas. Y detrás de la normativa, la representación de una amenaza. ¿Quedarán rastros de las sensaciones actuales cuando todo pase?

Varias personas guardan cola en una terraza de la Rambla de Catalunya. / MARTA PÉREZ (EFE)

De nuevo, espacios vetados. Cerrados. Prohibidos. Rincones que saben a diversión o a descanso o a trajín. La carne poco hecha, por favor. Otro café que hoy no he dormido. Una copa de cava, hay que celebrarlo. Locales en los que siempre pasan cosas. Cerrojo a la puerta de una habitación privada. En París imponen toque de queda. Y aunque la expresión desborda la imaginación, no habrá patrullas que disparen a todo el que se mueve. Pero la mente está ahí, para susurrarnos o gritarnos que el tiempo y el espacio escapan de nuestra voluntad. Una sensación extraña. Al menos en esta parte del mundo.