DOS MIRADAS

Algo peor

Trump se retira la máscarilla para dirigirse al público en un acto en la Casa Blanca. / ALEX BRANDON (AP)

La pandemia ha multiplicado la sensación de impotencia. "Solo me queda y muy a pesar mío, la desafección”, afirmaba Josep Maria Pou en estas páginas. Un lamento perplejo -y lúcido- ante “esos malos políticos que ahora se juegan al mus, tramposos y fulleros, nuestro hoy y nuestro mañana”. Pou se negaba a meter a todos los políticos en el mismo saco. Es importante hacer distinciones. Básicamente para poder discernir lo peor. Siempre puede llegar algo peor. Mientras en Catalunya se habla de confrontación inteligente en plena incertidumbre sanitaria y económica o en Madrid se asiste al bochornoso espectáculo de Ayuso, la racionalidad se da cabezazos contra la pared.

Cuando se socavan los valores democráticos, cuando se lamina la capacidad crítica, se abre la puerta a los ‘sin-escrúpulos’. Fijemos la mirada en Trump. El populismo siempre cuenta con la complicidad de ciertas élites, pero se sostiene gracias al voto de los despreciados por el sistema y la fatiga de quienes libran una demoledora batalla contra la sinrazón. Los argumentos se quedan ahí, estampados en la pared, mientras las emociones dictan el ánimo.