Ir a los puntos de intercambio de libros se ha convertido en una de mis aficiones. Puestos a elegir una ruta para dar un paseo por la ciudad, escojo siempre una que me lleve por lo menos a uno de los más de 50 que hay repartidos por todos los barrios de Fráncfort. Se trata de robustas estructuras de metal, que se pueden abrir a dos lados, con cinco estanterías en su interior y puertas de un cristal grueso que resiste viento, lluvia, nieve y también el desgaste de los usuarios. Porque su éxito es innegable. Siempre hay personas curioseando, muchas veces a ambos lados, que desarrollan coreografías tácitas para intercambiar posiciones.
El rastro personal de los lectores
Las cosas que olvidamos en los libros
Los ejemplares de 'bookcrossing' cuentan su propia historia. ¿Qué pasó con ellos?
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