Recuerdo la desbordada emoción que se dibujó en la cara de mi padre cuando por fin consiguió comprar un minitransistor. ¡Se habían agotado los aparatos de radio en todo el mundo árabe! Aquel día, el 5 de febrero de 1958, 'el moreno', 'el rais', 'el líder', 'el guía' (entre otros calificativos con los que se conocía al presidente egipcio Jamal Abdul Nasser), se dirigiría al parlamento y al pueblo. Cuando Nasser discurseaba, las calles del mundo árabe se vaciaban, y con más entusiasmo, las de Cisjordania -territorio palestino entonces anexionado por Jordania en 1948 i después ocupado militarmente por Israel en 1967-. Aquel discurso fue especial: Nasser proclamó la República Árabe Unida, la unión entre Egipto y Siria. En cuanto lo pronunció, oí los gritos de júbilo y los clásicos ululus de las mujeres inundando el cielo perfumado de jazmín y del famoso jabón de la milenaria ciudad palestina de Nablus. Jamás había visto antes a mi duro padre con lágrimas en las mejillas de la emoción. Recuerdo que balbuceó y repitió las palabras que Nasser repetía hasta la saciedad: “Sharaf, falastin, wehda” (dignidad, Palestina, unión). Segundos después, las calles árabes se inundaron de manifestantes al grito de 'Nasser, Nasser', reclamando a los mandatarios unirse con el panarabismo recién proclamado.
50º aniversario
Si Nasser levantara la cabeza...
Después de él, no hubo un líder árabe que estuviese a su altura
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