Una vez superadas la fase defensiva, la dubitativa, la de las maniobras de distracción y la más breve de los consensos, Pedro Sánchez pasa al ataque. De repente, sin que nadie lo esperara, ha abierto no uno sino dos frentes simultáneos de especial significación y envergadura: Madrid y la cúpula del poder judicial. No uno después del otro, no con las habituales cautelas sino a un tiempo, con decisión, fuerza y empuje. Estamos pues en periodo de hostilidad franca y declarada contra el principal partido de la oposición. El mal ya no se llama Frankenstein, no son ni Pablo Iglesias ni los enemigos de la unidad de España. Ahora, el malo es el PP, por las reiteradas negativas de sus dirigentes a colaborar en los grandes asuntos que afectan a la sociedad o las estructuras del Estado. Que Díaz Ayuso se haya opuesto con tanta vehemencia al cierre perimetral de Madrid, medida que no pocos expertos consideran no excesiva sino tal vez insuficiente, y que Pablo Casado se niegue a pactar la renovación del CGPG han sido, en términos políticos, un regalo para Sánchez y por tanto un error para el PP. Error que, en primera derivada, parece tanto destinado a beneficiar a Vox, y en menor medida a Ciudadanos, como al propio PSOE.
Análisis
Los frentes de Sánchez y el 14-F
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este 2 de octubre a su llegada a la segunda jornada del Consejo Europeo, en Bruselas. /
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