El otro día estuve viendo, en diferido, el debate de las elecciones en Estados Unidos, entre Donald Trump y Joe Biden. Llamarlo debate es una exageración, porque no se discutieron muchas opiniones ni propuestas. La actitud de Trump, interrumpiendo siempre a Biden, era insufrible, y aún le quedaba tiempo para mentir, amenazar y de paso dar su apoyo tácito a los supremacistas blancos. La estrategia de Biden fue ignorarlo y, por contraste, los pocos argumentos que pudo filtrar parecían muy sensatos. Al día siguiente, el 'New York Times' hablaba de caos y de una situación nunca vista en un debate electoral, convertido en una vulgaridad por culpa de las formas groseras de Trump. ¿Nunca vista?, pensé, debe de ser en Estados Unidos. A mí ese tono impertinente me recordaba a Inés Arrimadas en debates electorales recientes, y la manipulación de datos y el talante despectivo me remitía a Cayetana Álvarez de Toledo.
Ideas
A plena luz del día
Una de las consecuencias de la ola general de déspotas de la derecha alternativa y la ultraderecha es la impunidad con que hablan y se muestran sin complejos
Trump y Biden debaten desde sendos podios situados a una distancia superior a la habitual debido a la COVID-19. /
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