Ya me he estrenado. Voy en bici. Sé que no es nada excepcional, se hace 200.000 veces cada día en Barcelona pero para mí lo es. Nunca antes había pedaleado en la ciudad. Me daba miedo. Lo conté en uno de mis últimos artículos, la pandemia me ha hecho replantear la manera de moverme. Lo reconozco, soy del 43% de usuarios que no ha vuelto al transporte público. Sé que mi desconfianza es infundada, que es más una sensación que una realidad, pero he decidido probar la bicicleta y me ha gustado, diría más, me ha enganchado. Ha sido fácil hacer mis rutas habituales por los carriles bici, me ha encantado ver la diversidad de mis nuevos compañeros ciclistas y ya he regañado a una primera furgoneta por aparcar delante de mis narices y obligarme a frenar. Hasta aquí todo bien, el problema es que no tengo bici, me he estrenado con el Bicing, el sistema de bicicletas públicas de Barcelona, y ya se sabe que cuando llegas a un sitio nuevo tienes más capacidad de sorprenderte. Y me he sorprendido, pero no siempre para bien.
La movilidad en BCN
El miedo a no encontrar bici
Mejorar y adaptar el Bicing a las nuevas necesidades tiene que ser una prioridad por el auge del sistema por la pandemia
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