La gente habla poco de los filtros sociales. Esa preciosista y tremenda herramienta de gestión emocional que te permite conectar con los demás según los parámetros establecidos por quién sabrá; ese conocimiento supuestamente intrínseco al ser humano que nos ayuda a encajar en el puzzle de una sociedad que de tan compleja a veces parece imposible. Pero los filtros no vienen de fábrica. No son parte de la programación básica del ser humano. No son transferibles y, aunque pueden servir para lubricar las relaciones humanas, para algunas personas son montañas escarpadas imposibles de conquistar, un enigma indescifrable que eleva la complejidad de la interacción social hasta el punto de preferir quedarte en casa, que, si nos ponemos a pensarlo, ya tenemos suficientes amigos.
IDEAS
Un brindis por Katherine Ryan
Aunque no haya suficiente alcohol en este mundo para el mal trago que es la vida, nos esperan cosas como su serie 'La marquesa' para celebrar que los filtros sociales son destructibles
Katherine Ryan, en un fotograma de la serie de Netflix ’La marquesa’
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