En los cuarteles barceloneses de Puigdemont había una inquietud relativa. Solo relativa. Todo parecía bajo control. A falta de 15 minutos para la declaración de Mas, un oficial del hombre de Waterloo mostraba ante un café muy corto y sin azúcar su confianza sin fisuras en que el heredero y dilapidador del legado político de Pujol se limitaría a confirmar su permanencia en el PDECat. Nada más: ni quejas, ni reproches ni censuras. No parecía un plato de gusto, de acuerdo, pero tampoco una intoxicación incurable. Pero Mas había escrito otro guion. Llegó ante los periodistas y se quejó, reprochó y censuró la fractura posconvergente causada por Puigdemont.
MIRADOR
La gran paradoja de Puigdemont
Los posconvergentes van automutilándose a medida que se acerca la batalla decisiva contra ERC por el trono independentista. No solo resulta paradójico: puede denotar agotamiento o extravío, o ambos
Artur Mas anuncia que sigue en el PDECat y afea al partido de Puigdemont que divida el espacio posconvergente, el 14 de septiembre del 2020. /
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