Con el campamento incendiado de Moria, en la isla griega de Lesbos, desaparece todo, menos nuestra responsabilidad. Quedaron en pie unas pocas tiendas como anclaje de memoria, para que nadie diga ‘no sé de qué me está hablando’. Moria era un vertedero humano, un lugar en el que se amontonaban esperanzas, sueños y harturas de miles de migrantes que huían de las guerras y las injusticias. Aunque debió ser un centro de paso mientras se tramitaban los asilos se transformó en una frontera cerrada, un muro. A un lado, la Europa rica y prepotente; al otro, sus fantasmas.
nómadas y viajantes
Moria, símbolo de la indecencia
La UE carece, como en tantos asuntos, de una estrategia común sobre migración, y, cuando la hay, dominan las razones policiales y de seguridad sobre las humanitaria
Una mujer refugiada de Moria muestra en una protesta un cartón en el que hay escrito en inglés Europa ayúdanos. /
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