Se ha recordado cómo la pendiente hacia el conflicto explícito dentro del mundo convergente empezó con la confección de listas para las elecciones del 2017. Pero si se quisiera ir al fondo, se podría decir que algunas de las fallas tectónicas que ahora se aprecian en la superficie de la piel de lo que fue el 'pal de paller' de la política catalana durante más de dos décadas empiezan a gestarse en el 2003, cuando, una vez retirado Jordi Pujol de la primera línea política, su sucesor Artur Mas, aun cosechando una victoria electoral, no fue capaz de hilar una mayoría de gobierno, abriendo la puerta a los gobiernos catalanistas y de izquierdas. En ese momento, muchos fueron aquellos que pronosticaron una desaparición de CDC fuera del poder. No acertaron, pero a la vista está que aquella experiencia marcó profundamente sus dirigentes, reafirmando la convicción de que la prosperidad de ese espacio político depende en definitiva de su capacidad de retener el control del Palau de la Generalitat.
Cisma en el espacio posconvergente
Nada se destruye
Las luchas internas que acompañaron el nacimiento del PDECat reflejaban la existencia de un debate mal cerrado, tanto en términos estratégicos como de selección de cuadros dirigentes
curto convergentes /
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