La oscuridad del ser humano no conoce límites. A veces nos parece ver, en la distancia, algo parecido a una frontera, algo capaz de delimitar el horror dentro de los parámetros que nos ayuden a sentirnos más personas que animales. Nos parece distinguir una sinuosa línea, fina y en constante lucha consigo misma, como arenas movedizas, una promesa de una versión del mundo más justa y sencilla. Pero es una ilusión, nada más. Un espejismo de humanidad que no se corresponde con la realidad. El éxito rotundo e imparable del género de 'true crime' demuestra que el horror que sentimos hacia la peor versión de nosotros mismos no nos frena a la hora de consumir contenido que surge de aquello que nos roba el sueño, convirtiendo la inescapable desgracia de unos en la aterradora fantasía de otros.